Los
ríos revueltos, radiografía de la contaminación
En contexto
El Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública
presenta En contexto: Los ríos revueltos,
radiografía de la contaminación, documento que expone algunos aspectos
relativos a la contaminación de los cuerpos de agua de México como la
concentración de metales pesados y otros compuestos tóxicos. Asimismo, se
aborda la disponibilidad de agua por habitante y las proyecciones de ésta para
los próximos años.
Más
de 70% de los cuerpos de agua en México presentan algún grado de contaminación.
- - En los últimos 55 años la disponibilidad anual de
agua por habitante se ha reducido dramáticamente, al pasar de 11,500 m en 1955
a 4,263 m3 en 2011. Peor aún, se prevé que para 2025 esta cantidad se reducirá
a menos de 4,000 m3.
- - Aunque la contaminación de ríos es un problema
generalizado, los ríos Atoyac y Lerma-Santiago son los más contaminados de
México.
En México, más de 70% de
los cuerpos de agua presentan algún grado de contaminación lo que ocasiona
graves problemas de disponibilidad y acceso a este líquido vital.
La disponibilidad anual
de agua por habitante en el país ha tenido una dramática reducción en los
últimos 55 años, al pasar de 11,500 m3 en 1955 a 4,263 m3
en 2011. Peor aún, se prevé que para 2025 esta cantidad se reducirá a menos de
4,000 m3.
En los ríos de México
encontramos algunos metales pesados altamente tóxicos como el mercurio, plomo,
cromo, cadmio y otros compuestos dañinos como el tolueno o el benceno. Sin
embargo, se desconoce con precisión la mayoría de los compuestos tóxicos (según
fuente contaminante o cantidades diarias) que están en nuestros ríos.
¿Qué es exactamente el
agua dulce? Aquella que tiene una baja concentración de sales minerales
disueltas. Un litro de agua dulce tiene más o menos 0.1 gramos de sales
disueltas, mientras que el agua salada, como la que se encuentra en los mares,
puede contener entre 33 y 39 gramos de sal.
De acuerdo con datos de
Inegi (2010), México contaba con 471,500 km3 de agua dulce renovable, y con 0.1
% del total de agua dulce disponible a nivel mundial. Sin embargo, 10.6
millones de mexicanos no cuentan con agua potable y, en promedio, cada
habitante consume 360 litros de agua por día.
Entre los factores que
reducen la calidad del agua destacan las descargas directas de agua o residuos
sólidos provenientes de las actividades domésticas, agropecuarias o
industriales; la disposición inadecuada de residuos sólidos urbanos o
peligrosos en el suelo puede ocasionar, indirectamente, que escurrimientos
superficiales y lixiviados contaminen los cuerpos de agua y los acuíferos.
En México, la calidad del
recurso hídrico ha sido medido sistemáticamente a través de la Red Nacional de
Monitoreo (RNM) de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), que considera principalmente cuatro indicadores:
Demanda Bioquímica de Oxígeno a 5 días (DBO5), Demanda Química de Oxígeno
(DQO), Sólidos Suspendidos Totales (SST) y Coliformes Fecales (CF).
En el 2017, se contaba
con 5,028 sitios de monitoreo de la calidad del agua operados por Conagua en
todo el país. Los resultados del año señalado mostraron que 53.6% de los sitios
con Demanda Bioquímica de Oxígeno5 (DBO5) tuvieron una calificación de
excelencia; la Demanda Química de Oxígeno (DQO) representó 18.5%, y los Sólidos
Suspendidos Totales (SST) fueron de 58.1%; finalmente, los sitios con
Coliformes Fecales representaron 24.9%.
El agua que se extrae de
los acuíferos tiene diferentes destinos: riego, abasto urbano, consumo en
desarrollos industriales y abasto de la población rural. En los últimos años se
han detectado casos de acuíferos en los que su uso rebasa la propia
disponibilidad. Se trata de acuíferos en los que la extracción del agua
subterránea supera el volumen de recarga media anual, a los que la Conagua denomina
acuíferos sobreexplotados.
El país recibe
aproximadamente 1,489 millones de metros cúbicos de agua al año en forma de
precipitación pluvial. Se estima que 71.6% se evapotranspira y regresa a la
atmósfera; 22.2% escurre por los ríos o arroyos. Apenas 6.2% restante se
infiltra al subsuelo de forma natural y para la recarga de los acuíferos.
La contaminación de las
aguas procedente de fuentes no localizadas, es resultado de un amplio grupo de
actividades humanas en las que los contaminantes no tienen un punto claro de
ingreso en los cursos de agua que los reciben, no obstante entre sus orígenes
se encuentra: la actividad agropecuaria y la industria. La contaminación
procedente de fuentes localizadas está asociada a las actividades en que el
agua residual va a parar directamente a las masas de agua receptoras, por
ejemplo, mediante cañerías de descarga, en las que se pueden fácilmente
cuantificar y controlar, de las cuales se pueden mencionar: aguas residuales
municipales, aguas residuales de las actividades productivas y lixiviados.
La descarga de aguas
residuales domésticas, industriales, agrícolas y pecuarias sin tratamiento
provoca la contaminación de los cuerpos de agua receptores, disminuyendo la
calidad de las aguas superficiales y subterráneas, poniendo en riesgo la salud
de la población y la integridad de los ecosistemas.
Los ríos y arroyos en
México constituyen una red hidrográfica de 633 mil kilómetros de longitud, en
la que destacan 50 ríos principales por los que fluye 87% del escurrimiento
superficial del país y cuyas cuencas cubren 65% de la superficie territorial
continental del país.
Por la superficie que
abarcan, destacan las cuencas de los ríos Bravo y Balsas, y por su longitud,
destacan los ríos Bravo y Grijalva-Usumacinta. Los ríos Lerma, Nazas y
Aguanaval pertenecen a la vertiente interior.
Entre los casos más
emblemáticos de ríos contaminados podemos destacar el Atoyac (Puebla, Tlaxcala
y Oaxaca) o el Lerma-Santiago (Estado de México, Guanajuato, Michoacán, Jalisco
y Nayarit). Sin embargo, este es un problema generalizado en todo el
territorio.
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