miércoles, 3 de julio de 2019

¿Se puede gobernar el agua? Información que hidrata


¿Ley de Aguas Nacionales o legislar las iniciativas ciudadanas?
En contexto  



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¿Se puede gobernar el agua? Sobre esta pregunta versa el artículo en contexto realizado por el investigador del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la Cámara de Diputados, Felipe de Alba, en colaboración con el Mtro. Hugo Hernández.

Este trabajo lo versa en diferentes aristas: La Ley de Aguas Nacionales y las iniciativas ciudadanas, desmenuzado: la planificación del agua, ejes de discusión de los actores involucrados, los conflictos, los resolutivos aprobados por la Comisión de Recursos Hidráulicos, Agua Potable, y Saneamiento y las iniciativas en materia de aguas de la presente Legislatura de la Cámara de Diputados.

De acuerdo con el escrito, el debate por “gobernar el agua” está en el centro de las disputas por proyectos políticos de país, que implica necesariamente analizar los sistemas, las jurisdicciones, las competencias (internacionales, federales, estatales, municipales) y los territorios con legitimidades y niveles de operación diferentes –comunitario o individual, público o privado, entre otros-, pero que coexisten en la realidad.

Puntualiza en dos vertientes. Primero, que en el debate sobre el agua se incluyen la variedad de discursos de poder, la diferentes tipologías de decisiones gubernamentales y la gran amalgama de intereses que representan las movilizaciones sociales. Igualmente, en el debate actual sobre cómo “gobernar el agua”, se pueden identificar territorios donde el recurso falta, pero también donde su manejo genera controversias públicas o soterradas. Segundo, es cada vez más frecuente que los gobiernos, los actores sociales o los actores políticos enfrenten situaciones “nudo”, es decir, un choque de posturas, aparentemente no negociables.

El investigador del CESOP, pone sobre la mesa de análisis algunos problemas de recurrencia discursiva en el debate del agua:


  • El discurso hídrico se fundaba casi exclusivamente en buscar el aprovisionamiento hídrico a partir de fuentes lejanas, sin considerar que dichas acciones generaban nuevos conflictos sociales, pocas veces reconocidos.
  • La práctica común de instalar sistemas de aprovisionamiento para alimentar la sed de las metrópolis dejaba de lado la promoción o el olvido de las culturas hídricas sobre el cuidado futuro del recurso, como una medida de concientización medioambiental.
  • Las carencias hídricas en las zonas de riego han sido también un detonador de reacciones políticas por parte de los actores beneficiados o de actores afectados, estos últimos se localizarían en zonas con mayor presencia de población indígena. Todo ello representa una paradoja civilizatoria: de nuevo la metrópolis contra los pueblos originarios a los que, después de siglos de habitar sus territorios —y en cierto modo preservarlos—, han estado enfrentándose con múltiples decisiones federales de “extraerles el agua”.
  • Aprovechar la oportunidad histórica para una nueva forma de “acuerdo hídrico” nacional, donde se ubica la pertinencia de los cambios legislativos en vías de una Ley General de Aguas o de una Ley Nacional del Agua. Se trata de una decisión histórica, sin duda. 


Finalmente, el estudio señala la prioridad de enfocarse tanto en la sostenibilidad como en los ejes de mayor racionalidad en las previsiones de futuro. Se trata de la necesidad de mejorar los sistemas de planeación, de aprovisionamiento, de abasto y, sobre todo, del uso racional y del consumo sostenible, del acceso igualitario o al menos de su garantía.

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